Control y preocupación

Control y preocupación

«Solo hay una cosa más insensata que pensar que todo lo que ocurre depende de ti, pensar que nada depende de ti».

 

Hace tiempo apunté esta frase porque creo que ayuda a identificar a la perfección el origen de todo malestar, estrés, insatisfacción, ineficacia y falta de resultados que cualquier persona puede experimentar en algún momento de su vida.

En el fondo se refiere a aquello de “si tiene solución, ocúpate en vez de preocuparte, y si no la tiene, ¿para qué preocuparte?” Es decir, al menos conceptualmente, lo de preocuparse no parece ser una estrategia muy efectiva, aunque también es algo totalmente humano, y en ámbito personal y profesional estamos continuamente sometidos a potenciales fuentes de preocupación.

Pre-ocuparse” no ayuda nunca, y aun así sigue siendo la mayor fuente de ansiedad y de ineficacia frente a las situaciones que encaramos.

Lo importante, en el fondo, no es esforzarse en preocuparse lo menos posible, si no tener la lucidez de identificar en cada situación aquellos aspectos que sí dependen de mí y sobre los que puedo actuar, y aquellos que no dependen de mi y que posiblemente requieran otro tipo de gestión (aceptación, adaptación, gestión emocional…).


¿Cómo pasamos de la zona de preocupación a la zona de control?

 

Según un estudio de la Universidad de Pensilvania, el 91,4% de las cosas que nos preocupan, no ocurrirán jamás….

En los talleres que desarrollamos para los equipos, donde trabajamos conceptos como el desarrollo de proactividad, de la asunción de la responsabilidad, del empoderamiento y otros, acostumbramos a abordar la dimensión del control y de la preocupación utilizando el modelo de Stephen Covey y metodologías de acompañamiento basadas en mindfulness PNL.

La teoría lo aguanta todo lo sé…. ¿Pero, qué tal cuando lo llevamos a la práctica del día a día?

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